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Foto del escritorColaboración Radical

El obstáculo #1 del trabajo en equipo es la actitud defensiva. Aquí te decimos como manejarla

Por Kara Cutruzzula

Ser humano es ponerse a la defensiva

Cuando en el trabajo hemos sido cuestionados o criticados, es justo decir que casi todos–salvo, quizá el Dalai Lama u otras almas ecuánimes–nos hemos enojado, retraído, callado o hemos respondido de manera cortante. Y, debido a que ponerse a la defensiva resulta tan normal, tendemos a darle poca importancia a la situación y pasar por alto este tipo de comportamientos. Sin embargo, Jim Tamm, tiene otro punto de vista.


En su etapa como juez en derecho administrativo, Jim pasó 25 años lidiando con diversos conflictos de carácter interpersonal, incluyendo la mediación en más de 1,000 disputas laborales; por lo que actualmente entrena a consultores para enseñar habilidades de colaboración. Y, ¿qué tiene que ver la actitud defensiva con la colaboración? Jim cree que la actitud defensiva es el principal obstáculo para que las personas trabajen conjuntamente de manera eficaz. En una entrevista afirmó que “para construir un entorno de colaboración, no hay nada más efectivo para un individuo que manejar de mejor manera su propia actitud defensiva”.


Si bien es prácticamente imposible eliminar por completo la actitud defensiva durante los momentos de estrés, el individuo puede tomar consciencia de sus reacciones defensivas y poner en marcha un plan de acción para cuando comience a notarlas. Jim Tamm, quien también es autor del libro Colaboración Radical, afirma que “Al ponerte a la defensiva, te vuelves ineficiente. Cuando estás a la defensiva, tu pensamiento se vuelve rígido y simplemente te vuelves estúpido”.


¿Por qué la actitud defensiva es un obstáculo para la colaboración?


Simplemente porque al asumir una actitud defensiva “utilizamos mayor cantidad de energía en la autoconservación que en la resolución de problemas”, afirma Tamm. “Queremos demostrar que tenemos la razón, en lugar de buscar soluciones creativas”. Cuando esto ocurre en el lugar de trabajo, nos encontramos en un camino seguro hacia el caos y el fracaso. Este tipo de actitudes impulsivas son especialmente dañinas para jefes, gerentes y todo aquel en un puesto de autoridad. El comportamiento en sí, lastima más, que la persona que actúa a la defensiva. Ponerse a la defensiva, agrega Tamm, “representa una invitación abierta para que los demás adopten también una actitud defensiva”.


Por supuesto, identificar una actitud defensiva de nuestra parte puede resultar particularmente difícil, eso se debe a que hay emociones subyacentes en juego. Pareciera que, cuando una persona se pone a la defensiva, es como si se pusiera una armadura y se preparará para una batalla; sin embargo, esa armadura normalmente es para enmascarar algún miedo. “La actitud defensiva no nos protege de otras personas”, dice Tamm. “Nos protege de miedos que no queremos sentir”. Esos miedos pueden representar pensamientos sobre nuestra propia importancia, nuestra competencia o nuestra simpatía. Nuestro sistema de defensa puede activarse debido al “síndrome del impostor”–como cuando tienes miedo no parecer suficientemente inteligente o mostrarte como un empleado deficiente o un mal jefe.


Por ejemplo, supongamos que la próxima evaluación de desempeño de tu empresa te causa algo de preocupación y ansiedad. Cuando tu jefe te da alguna crítica constructiva, puedes ofrecer excusas, enojarte o responder bruscamente. Sin embargo, Tamm afirma que estos comportamientos enmascaran el problema real, que podría ser tu miedo a no obtener el aumento o la promoción que crees merecer, o incluso, miedo a que te despidan. “Nuestra actitud defensiva nos ayuda a ocultar nuestros propios miedos”, dice, y sirve erróneamente para convéncenos de que dichos miedos no existen.


Pues bien, ahora que entendemos los peligros de estar a la defensiva, esto es lo que puedes hacer al respecto. Puedes comenzar por aprender a detectar tus propias señales de advertencia. Cuando sientas que experimentas estas señales, pon atención y actúa. Según Tamm, estas son las 10 señales más comunes que te advierten cuando comienzas a ponerte a la defensiva:


  1. Sientes que tu cuerpo se carga de energía

  2. Confusión repentina

  3. Inundar a tu audiencia con información para probar un punto

  4. Retirarte al silencio

  5. Magnificar o minimizar todo

  6. Adoptar un pensamiento de “todo o nada”

  7. Sentirte incomprendido o víctima

  8. Culpar o avergonzar a los demás

  9. Pensamiento obsesivo

  10. Querer tener la última palabra


Tamm recomienda mirar hacia atrás y analizar cualquier conversación ríspida, desacuerdo o conflicto–menor o mayor–de tu vida, y buscar los patrones de comportamiento que surgen cuando te pones a la defensiva. Quizá, una pequeña riña en el trabajo te hizo adoptar un pensamiento de “todo o nada” y de repente, sentiste que era el momento indicado para dejar de fumar. O bien, una simple pregunta de tu pareja sobre dónde está la olla exprés, se convierte en una discusión en torno a “¡Nunca sabes dónde están las cosas porque realmente nunca te ha gustado este departamento!”. Si tienes alguna dificultad para detectar tus signos de actitud defensiva, pregúntale a algún familiar, amigo o compañero de trabajo al que le tengas confianza. “Por lo general, otras personas detectan nuestra actitud defensiva antes que nosotros”, dice Tamm.


¿Por qué es tan importante la observación interna? “La mayoría de nosotros no estamos lo suficientemente en sintonía con nuestro miedo como para hacer algo al respecto hasta que es demasiado tarde”, dice Tamm. “Si conocemos nuestras señales de actitud defensiva, pueden convertirse en nuestro sistema personal de alerta temprana. Por ejemplo, noto que cuando me pongo a la defensiva, mi respiración se acelera, tiendo a alzar la voz y, por lo general, me siento juzgado”.


La creación de un sistema de alerta temprana para lidiar con la actitud defensiva implica 3 pasos sumamente sencillos: darse cuenta, actuar y dejarse llevar. Cuando identifiques una de tus señales de advertencia, por ejemplo, pensamiento obsesivo o confusión, debes reconocer que te estás poniendo a la defensiva diciendo algo como: “siento como si me estuviera poniendo a la defensiva”. Esto es muy importante. Indica Tamm: “si no identificas que te estás poniendo a la defensiva, no harás nada al respecto”.


Posteriormente, busca alguna manera de calmarte y bajarle el ritmo a la situación. Esto podría significar tomar algunas respiraciones profundas, plantar muy bien tus pies en el suelo o, si puedes, salir a caminar para despejarte. Al trasladar tu atención al exterior, es como presionar un botón para reiniciar todo tu sistema. Al mismo tiempo, trata de escuchar tu diálogo interno. Si debido a tu actitud defensiva descubres que emites críticas hacia tu persona, pregúntate algo como: “¿este pensamiento me es de utilidad?, ¿qué actitud sería la más adecuada?”


Luego, realiza una acción específica para contrarrestar cualquier daño que pueda causar tu actitud defensiva. Si normalmente guardas silencio y contienes tu enojo, puedes hacer alguna pregunta o compartir lo que sientes, por ejemplo. Una manera de crear un entorno psicológicamente seguro para ti y para los demás, es mostrando tu vulnerabilidad. Esto se puede lograr compartiendo algo como: “siento que me estoy poniendo a la defensiva, así que denme oportunidad de salir un momento”. O, si tu signo de actitud defensiva es bombardear a tus compañeros de trabajo con información para probar tu punto, puedes hacer una pausa consciente de 15 segundos y permitir que los demás hablen.


En su plática de TEDx, Jim Tamm comparte un ejemplo memorable de una acción específica. “Una mujer identificó que uno de sus signos de actitud defensiva era querer siempre tener la última palabra. Así que visualizó una imagen de sí misma parada en la puerta de la sala, lanzando la última palabra y cerrando la puerta súbitamente. [Imagínatelo] esta acción, no solo es una manera de contrarrestar su actitud, sino también de ponerle un poco de humor a la discusión”.


Una vez que hayas realizado la acción específica, descubrirás que te será más fácil hacer a un lado tu actitud defensiva y examinar la situación, así como ver a tus compañeros de trabajo de una manera diferente–una mirada más fresca y relajada. Es muy probable que tu “yo” físico y tu “yo” emocional se trasladen a un lugar diferente al que tenían cuando comenzaste a ponerte a la defensiva. Practica tu acción específica hasta que se vuelva automática, sugiere Tamm.


Sé paciente: identificar y manejar la actitud defensiva requiere práctica. Busca momentos con tu familia o amigos para ensayar estas acciones y estar listo cuando lo requieras. Recuerda: “si puedes controlar tu actitud defensiva, serás más eficaz”, dice Tamm



Traducción: Colaboración Radical


 

Puedes ver la plática de Jim Tamm en TEDx Santa Cruz, en el siguiente enlace:


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